Parte uno Mi nana siempre me decía que cuando me casara nunca le dijera “te amo” a mi marido: “Los hombres son cobardes, Val... cuando les dices que los amas, ellos se van. Se lo advertí a tu madre y mira ahora lo que le ha pasado. Llora siempre que se levanta el olor a … Sigue leyendo Hilos de memoria
Autor: Valentina Alzate
A través de la ventana
─ ¿Usted sí se acuerda cómo me llamo yo? ─ ¡Claro doña Belarmina! cómo no me voy a acordar. ─Es que casi nadie se acuerda de mí. *** Doña Belarmina era una mujer de una piel tan blanca que se podía detallar los arreboles pintados en sus mejillas. Sus ojos estaban siempre cristalizados, centinelas de … Sigue leyendo A través de la ventana
Una mujer se me ocultaba
Las uñas quebradizastratan de escarbar entre los pliegues de un rostro de sal.¿Qué mujer se oculta en qué arruga?las voces en el humo del tabaco solo me hacen llorar.Los ladrillos de la casa encierran la furia.La mano que me quedano alcanza la perilla. He olvidado adentroel tiempo.La otra mano callosa.La niña. ¿Qué estaba buscando? Sigo … Sigue leyendo Una mujer se me ocultaba
Soliloquio detrás de la montaña
A mí me dolió mucho ser mujer. En mis tiempos, serlo era la mayor vergüenza. Si no me cree pregúntele a mi mamá. Ella era una mujer orgullosa de sus hijos varones, así que cuando me tuvo creyó que la estaba castigando Dios, y si ella era castigada también lo tenían que ser todos en … Sigue leyendo Soliloquio detrás de la montaña
Páramo
Hoy las penas se sentaron a llorar por mí. Que se resignen ellos. ¿Lo escuchas? Viene de regreso. Lo supe porque las flores corrían contra la brisa. Me tiño de rosa, Porque yo, Yo soy el atardecer que nadie aprecia. Has escuchado, Alguna vez¿Cómo llora un niño o un muerto? Un llanto verdadero y atrofiante. Lo sé, porque yo he llorado. Lo sé, porque yo estoy muerto.
Bailar para no morir
Estefanía Quintero recuerda llegar de una presentación en la que realizó infinidad de formas con la sutileza del viento: pudo penetrar al público con su mirada desafiante y llena de tenacidad, pudo escuchar cada acorde y hacerlo vibrar en su cuerpo. Aquel mismo día su tía comenzó a desvanecerse. María Ifigenia ya no podía caminar. … Sigue leyendo Bailar para no morir
Emma
Me di cuenta de que iba a morir cuando, a mediados de agosto, vi en mi mesita de noche cómo el arbolito y el pesebre se prendían de la nada. Pero yo no lo iba a permitir. Si me tenía que morir, sería en diciembre. Yo siempre supe que no era una muchacha de la … Sigue leyendo Emma