Un Don Quijotiz tropicalizado.

¿Cómo acercar una obra tan extensa y compleja a un público tan exigente como los niños? A este reto se le mide el grupo de amplia trayectoria Teatro Esquina Latina. La escena que abre esta apuesta teatral viene representada por la ya clásica escena del juzgamiento y selección de los libros a quemar por parte del cura y la sobrina del protagonista Don Quijotiz. La biblioteca en la que se encuentran es el espacio que soporta todo el despliegue de imaginación técnica de la propuesta escenográfica de Esquina Latina. Pues la misma va mutando y de repente se transforma en un castillo y de castillo pasa a ser la sala de una venta vetusta al lado de un camino en medio de un paraje de la Mancha y luego pasa a ser un paisaje árido sobre el cual se levanta un molino lejano que protagonista ve como un gigante de cuatro brazos.

La obra tiene un sello tropicalizado y esto se lo imprime el mismo origen caleño de la compañía de teatro. Se siente en los gags, cuando mencionan frutas como la guanábana mientras interactuaban con el público buscando a Dulcinea del Toboso, se siente en el baile flamenco que por la corporalidad de las actrices, le imprimen una cadencia salsera al baile de la península.

Además de la escenografía destaca la combinación de lenguajes artísticos como las marionetas y las máscaras, jugando con las escalas corporales expresando la impresión de cercanía y lejanía con actores y marionetas. Por ejemplo, en la escena de los molinos Don Quijotiz va, vestido igual que la marioneta, de repente desaparece y es esta marioneta quien gana protagonismo y cambia la escala dando la impresión de lejanía. Luego sacudida por un actor enmascarado interpretando al gigante y se crean efectos potentes que explotan las proporciones visuales.

Al final de la obra se siente un cambio drástico en el actor que interpretaba a Don Quijotiz.  La cordura se toma al personaje, la corporalidad y su voz cambian. Esto es clave en el cierre de la obra. Pero en lugar de recrear su muerte, optan por mostrar un final más amable. Don Quijotiz escoge la vida pastoril. Y con un mensaje que le habla a un país ya cansado de la narrativa de la guerra Como vamos a conseguir la paz con el uso de las armas. Venderé la tierra, compraré ovejas y seré pastor.

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