Mi voto por Fajardo

Mi voto sigue firme con Fajardo, creo que encarna el mejor programa para Colombia hoy y votaré por él en primera vuelta. Comprendo lo que marcan las encuestas y veo que la remontada se pone cada vez más pendiente, pero nunca he votado por el que gane, sino por quien me parece mejor. Creo, en todo caso –haciéndole una concesión al voto útil que tanto me ha molestado siempre–, que todos los escenarios en los que a segunda vuelta no vaya Federico Gutiérrez son un avance para Colombia. Él es, sin dudas, el peor de todos los candidatos en la palestra. Y, ante las últimas encuestas, no puedo dejar de sentirme extrañamente complacido con que haya quién le dispute el segundo lugar al candidato de Uribe y Duque, aunque este sea Rodolfo Hernández. Sin duda prefiero que sea Fajardo y voy a votar con el deseo de que quien vaya a segunda sea él.

Veo la cosa así: hay candidatos continuistas y no continuistas, los continuistas son los peores, en orden: Federico, John Milton Rodríguez y Enrique Gómez. De los no continuistas la más inviable –y no por los votos que pueda sacar, sino por sus posiciones– era Ingrid Betancur, que ya no es candidata. Quedan así, tres candidatos, después de deshojar esta margarita, que –al menos es lo que creo– rompen con el continuismo, proponen un cambio y abanderan propuestas que resultan opuestas al actual gobierno: Fajardo, Petro y Rodolfo Hernández. Que estos sean tres de los cuatro candidatos con posibilidades estadísticas de disputar la presidencia me parece, como menos, interesante; aunque de ellos solo haya uno que me guste.

¿Por qué entre esos tres mi voto se decide hacia Fajardo que, además, es el último de ellos en las encuestas?, hay dos razones: el programa y las formas. Creo, no solo que su programa es mejor que el de Petro y el de Rodolfo, sino además que la forma en que ha hecho esta campaña es, sin dudas, la más radical, en el sentido positivo de la palabra. Incluso se me ocurre asegurar una cosa: su programa recoge en buena medida las mejores propuestas del programa de Petro, las aterriza, las desarrolla y muestra cómo hacerlas posibles en cuatro años, que es lo que dura una presidencia, y su actitud para afrontar las elecciones, coincide en lo positivo con la de Rodolfo, sin contagiarse de los excesos en los que sí cae continuamente el exalcalde de Bucaramanga. Casi uno podría decir que recoge lo mejor de uno y otro. ¿Quiere decir que no hay nada qué criticarle a Fajardo? De ninguna manera, Fajardo se ha equivocado y está lejos de ser un candidato perfecto, pero eso no lo hace un mal candidato, ni siquiera el “menos peor”, de hecho, creo que, a pesar de lo que uno pueda criticarle, sigue siendo el mejor de todos los que hoy se miden.

Explicaré brevemente los dos argumentos que me hacen votar por Fajardo y que me hacen desconsiderar, al menos en primera vuelta, pero creo que incluso en segunda, a los otros dos candidatos, a pesar de coincidir con ellos en varios puntos importantes.

El programa de Fajardo es el mejor que se le ofrece hoy a los colombianos que queremos un cambio. Es un programa serio de trasformación nacional: propone la renegociación de los TLC y la sustitución de importaciones, se articula con seriedad y en detalle con el Acuerdo de Paz con las FARC, establece una reforma realizable al sistema general de pensiones y propone una renta básica para las personas mayores sin pensión, muestra una serie de herramientas de protección a la industria y el agro nacional y abandera una reforma progresiva al esquema tributario nacional, aumentando los impuestos a los más ricos que hoy contribuyen pobremente a las finanzas nacionales y, finalmente, identifica con claridad el factor más importante de daño ambiental en Colombia que es la deforestación, sin dejar de lado factores como los Gases de Efecto Invernadero, de los que somos más víctimas que responsables en el contexto internacional. Estas ideas se pueden encontrar en mayor o menor medida en los otros programas, sobre todo en el de Petro, pero desarrolladas más pobremente, como lo muestra Salomón Kalmanovitz en su excelente columna en El Espectador (https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/salomon-kalmanovitz/petro-y-fajardo/)  y Héctor Abad Faciolince en su columna un poco anterior a aquella https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/hector-abad-faciolince/penitencia-de-cuaresma/.

A pesar de todo, vale la pena decir una cosa: en buena medida el programa de Fajardo se compara con el de Petro no tanto porque sean diferentes, sino, al contrario, porque, están cerca en líneas generales y son –al menos esa es mi opinión– los que identifican más o menos cuáles son los problemas reales de Colombia, el resto de programas, incluido el de Rodolfo, ni siquiera merecen consideración por su absoluta pobreza. Pero, entre ambos, el de Fajardo es mucho menos retórico y pomposo que el de Petro, y, en cambio, está más aterrizado en lo que puede lograrse en cuatro años, parte de líneas base y diagnósticos que se exponen con claridad al inicio de cada línea y propone, con cifras, con programas concretos y con fuentes de financiación identificadas, la forma de lograrlo, así como líneas de meta que permitirían una medición de su cumplimiento. Esto no lo hacen ni el de Petro, ni el de ningún otro candidato. Otra ventaja es que en el de Fajardo no se cae en lugares comunes infundados para proponer soluciones a problemas que ni siquiera existen, como sí sucede con el programa ambiental de Petro, que en mi concepto, yerra al caer de lleno en el concepto de Antropoceno y ofrecer soluciones al cambio climático idénticas para Colombia, como si se tratara de Estados Unidos, China u otra potencia y no caer en cuenta de las críticas que se hacen desde el Capitaloceno a ese desconocimiento de que hay países culpables y países víctimas del cambio climático, cosa que sí se identifica en el programa de Fajardo.

Mi segunda razón son las formas, ya podrá reprochársele a Fajardo el estilo poco convincente con el que habla, su tono sosegado, e incluso la petulancia o arrogancia que algunos le achacan. No emociona, dicen. Pero no es esa la actitud de la que hablo, aunque creo que Fajardo habría podido mejorar todavía más sus formas. Hablo de cómo Fajardo ha sido coherente en esta campaña de un modo que ningún otro, salvo quizás Rodolfo Hernández –a quien es difícil identificarle una maquinaria concreta detrás suyo, salvo la que sus propias finanzas personales pueden conseguirle– ha logrado. En concreto, Fajardo ha identificado, como también lo han hecho Petro, Ingrid y Rodolfo, en la corrupción, las maquinarias políticas y las prácticas clientelistas un enemigo para las transformaciones de Colombia. Esa identificación es correcta, la corrupción es el aceite del modelo económico y el régimen político que padecemos, es la forma en que quienes gobiernan mal pueden financiar, apalancar y darles infraestructura a sus victorias electorales a pesar de no tener respaldos populares reconocidos. Pero del dicho al hecho hay un abismo y ese abismo separa a Fajardo de todos los demás candidatos. Sobre todo, su actitud de no buscar a los partidos tradicionales, no recibir a clanes políticos cuestionados, ni hacer juntanzas con personajes dudosos, ha sido clara, su slogan de “no todo vale” se ha materializado en ese hecho y quizás ese es uno de los puntos que lo mantiene debajo en las encuestas; sin esos equipos políticos y su financiación difícilmente se puede competir. No puede pregonarse lo mismo de Petro, ni mucho menos de Federico Gutiérrez, quien en la práctica de recibir apoyos expresidenciales es docto. Como lo afirma Aurelio Suárez en su mentada columna de Semana, el único candidato que no los buscó es Fajardo y ese hecho para mí es significativo a la hora de votar https://www.semana.com/opinion/articulo/la-maldicion-expresidencial/202200/.

Así, entre el abanico de candidatos, yo solo veo uno con condiciones para gobernar bien a Colombia, con un programa serio, realizable y de cambio, pero además con el carácter necesario para cerrarle la puerta a las prácticas clientelistas que desangran a nuestro país y que mantienen el status quo. Sin estas dos condiciones funcionando al tiempo en un solo candidato no hay transformación posible, pues sin programa no hay norte y sin romper de frente con la política tradicional colombiana y sus prácticas corruptas no hay verdaderas intenciones de cambiar nada. Ojalá tuviéramos la posibilidad de elegirlo en la segunda vuelta, cumbres más escarpadas que una miserable encuesta estamos acostumbrados a escalar.

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