El sol del mediodía se había ensañado contra el guitarrista apostado afuera del Teatro Junín. Desde las nueve de la mañana, el hombre se había esmerado en desafinar los porros y bambucos de moda: “ya ves, ya ves, ya ves que me muero ingrata/ por qué, por qué, porque no curas mi pena/ jamás serás, jamás serás mujer buena…”. A pesar del esfuerzo, no había escuchado el tintinear de un solo centavo en el sombrero de fique que había puesto a sus pies. Desanimado por el hambre y por el calor, decidió bajar la guitarra y dejar la canción a medias: a nadie le importó. ¿Qué se ganaba con insistir en Medellín? Lo mejor era volver a su pueblo. Pero, cuando el hombre estaba recogiendo sus cosas con resignación, sin más, volvió a tirarlas todas con un gran estrépito y se puso a gritar como un poseído: «¡Dios mío, lo que me faltaba!… ¡Se está cayendo el Sputnik!… Sí, señor ¡Eso que viene ahí es el Sputnik soviético!». Alarmados por los gritos, los transeúntes se quedaron lelos, buscando aterrorizados y contra la luz del sol la esfera metálica con patas de zancudo que supuestamente venía hacia ellos. Y una señora, gritando, arrojó por el suelo los víveres del mercado. Y un chofer abandonó su carro, con los pasajeros adentro, para salir corriendo como hacían los demás. Así se formó el más grande pánico que había trastornado el centro, con carros chocados, con heridos y dicen que hasta con muertos. El caso es que todos se desquiciaban en vano por ver las llamaradas del Sputin, del Spukin, del Spunit… soviético, que inminentemente iba a impactar. Todos, menos el hombre insignificante de la guitarra que, riéndose con sorna y tentando cuidadosamente el suelo con su bastón de ciego, desapareció de la ciudad.
Sputnik

Publicado por Andrés Álvarez Arboleda
Abogado. Magíster en Literatura. Profesor de filosofía del derecho y argumentación jurídica en la Universidad EAFIT y en la Universidad CES. Escritor de poemas, ensayos y otros textos literarios. Aficionado a la astronomía, la filosofía y la aviación. Ver todas las entradas de Andrés Álvarez Arboleda