La de la mancha a lo Machado… La carta del «hasta siempre»

Hay misivas complejas en redacción y en contenido, trabajé veintitrés días y no sé cuántas horas en aras de alcanzar un mensaje conciso y tenaz que me permitiera descansar no solo las emociones, sino también esta obstinada razón.

Esta carta tiene un destinatario concreto, el reposo. O quizá, más que un destinario, el reposo sea el propósito de su redacción y reproducción. En realidad, si decenas de personas dan simple lectura o un significado especial a estas líneas, creo que además de sosiego, habremos generado una empatía colectiva, tan necesaria en una naturaleza de suma mundanidad como la nuestra. Aunque, para ser honesta, no es realmente el abrazo colectivo lo que pretendo alcanzar, sino que, él, el verdadero destinatario pueda leer este mensaje.

Partamos de la expresión que me invita al comienzo de estas letras: ¡Qué desafiante resulta poner en su lugar a la razón y al deseo! pero estoy convencida que el mayor desafío es aceptar que tanto la razón como las emociones no necesariamente deben estar en orden. Esto es lo que he aprendido a lo largo de estas semanas, que está bien no estar bien por un rato, los momentos más álgidos, abruptos e inesperados, son posiblemente los maestros que, sin elección, aparejan los aprendizajes más severos y significativos de nuestro carácter.

Los detalles podrían dar mayor contexto a estas líneas, pero al ser una misiva pública, solo alimentaría el morbo y los de por sí, malos entendidos. Recordemos también que, es fácil armar juicios de valor, sin embargo, hasta que no estás en el ahogo de la situación, entiendes que la perspectiva propia requiere empáticamente la compañía de la visión ajena. Que cuando amas honestamente, el amor cede a la comprensión; y es por eso que me limitaré a referir que, deseo, de forma ferviente y sincera, que ambos, tanto emisora como receptor, comprendamos que, aún sin hablar, aún sin vernos, solo dejando ser y dejando ir… a nuestro modo, a nuestra muy particular forma de ser, ambos… hemos comprendido el amor. Y al entenderlo, te prometo, Torero, que hemos abrazado la vida.

Ya no quiero recordar tanto, dejar el pasado es también abrazar el presente, de nosotros solo diré que nos caracteriza un comienzo estrepitoso pero leal, cargado de cariño, admiración y deseo. El trayecto, álgido y febril, pero aun así impulsado por un tremendo amor.

Te amé y te amo, como se aman los viajes, las lecturas y las sorpresas. Las sonrisas y el tacto, las miradas y las señales que construimos al ser y al dar. Tú también me amaste, pero cosas que ignoro y que posiblemente tú no aceptaste, terminaron por hacerte, por hacerme, por hacernos mucho daño.

He trazado en el imaginario, un sin número de escenarios y razones, solamente me limito a entender que hay cariños que se niegan desde antaño, de otras vidas o de otros momentos, y que se transforman conforme transcurre el tiempo. Supongo que les sucedió eso… en esa idea, acepto y abrazo todos tus pesares. Me hubiese encantado que buscaras claridad. Que sabiéndote amado por mí, intentaras compartir lo que sucedía; en la palestra del amor, también figuraba mi sentir. Pero saliste volando, intentando averiguar… ¡Qué valor y que orgullo que así fuera! Sabes que siempre he amado y aceptado tus razones. Ojalá entendieras que desde siempre, yo te estaba comprendiendo. Y aunque, en momentos de conmemoración y enfermedad, sé que nunca se está listo para una sorpresiva despedida.

Al final, supongo que intentabas convencer a la razón, estando aún conmigo; supongo también que al irte, había llegado tu tiempo, y digo “supongo” porque lo que menos tengo es claridad al respecto. Pero seguro pasaron cosas que no esperabas, cosas que te llevaron a decir que lo blanco es negro y que lo negro se vuelve de un azul refulgente. Cosas que son tuyas, que no pretendo sean mías, pero que al estar juntos, de alguna manera tuvieron que ser de ambos.

Aun así, sin reproches ni reclamos, abracé el engaño que se hace en nombre del amor, anhelando que el viaje te confirmara lo contrario, pero la trama tú la sabes, y a mí ya me es indiferente… el desenlace fue nuestro, aunque nunca lo planeamos; y con esto solamente pretendo decirte, que ambos, de diferentes formas, en nuestros espacios, comprendimos el amor.

Fuiste el amor de mis días más hermosos, la musa de tu persona tuvo a la escritora más ferviente, esa que te ama desde la conciencia hasta el corazón, construíamos lo que para mí, después del enamoramiento eran solo decisiones libres y conscientes; pero al final, ni juicio ni arrebato, solo resta intentar comprender tu abrupta forma de decir adiós. Mi consuelo está en que el amor sincero, con el paso del tiempo sabrá disipar dolores… recuerda Torero que, en voz de la de la mancha: “los caminos no tienen fin” y caminándolos a lo Machado: “Hoy es siempre todavía”.

 Estate seguro que confío plenamente que ambos comprendimos el amor, “tú al decidirte amarle, y yo, al soltarte, aun amándote tanto”.

Hasta siempre, Che.

La Yoyi.

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