Pobres

Un hombre harapiento, de unos cincuenta años y de barba descuidada por el paso del tiempo que lo consume sin rencor ni clemencia, acaba de presenciar un robo en una panadería del barrio San Juan, que queda media cuadra arriba de donde vive. La noticia, aún caliente, le quema la lengua, por lo que regresa rápido a despertar a su compadre en su humilde castillo de cartones secos, latas firmes y unas cuantas cobijas llenas de letras y una que otra imagen, con las que se arropan y mantienen informados de lo que sucede en eso que llaman la vida.

Pancho: [Grita y despierta estrepitosamente a su compañero] ¡Pan, pan, pan!

Raulito: [Se despierta e incorpora al instante] ¡Estamos salvados! ¿avelo?

Pancho: Todavía no… [Raulito se sienta cabizbajo y lo escucha] Imagínese que esta mañana me levanté temprano para ir a la panadería y darme el gustico de oler lo que estaba horneando don José y una pandilla le atracó toda la tienda. Al momentico sonaron unos disparos de la policía [Dobla sus rodillas, encorva su espalda, dispara con la pistola que hacen sus dedos y grita a pulmón pela’o, aturdiendo a Raulito, quien se tapa los oídos] ¡Pan, pan, pan! Así mismito. Luego le hicieron unas preguntas y lo dejaron ahí solito. Yo lo acompañé un ratico y luego me vine.

Raulito: Bastardos.

Pancho: ¿La policía?

Raulito: Pues claro, también, pero sobre todo los que robaron la panadería.

Pancho: Esas pandillas no tienen nada más que hacer en este pantanero sinceramente. El país bien lleva’o y unos atracando lo poquito que otros hacen.

Raulito: Uno se espanta de cómo van las cosas. [Con acento grave] Y pa’cabar de ajustar ayer nos cortaron los servicios.

Pancho: [Dramático se agarra los cabellos andrajosos con ambas manos] ¡¿Ya se acabó la vela?! [Otra vez con seriedad]. Va’tocar comprar de las otras. Estas no rinden ni una noche… [Hace una pausa, divaga por un instante y prosigue] Pero más preocupante es lo de don José. Al pobre no le dejaron nada. Llegaron, lo amenazaron y rasparon hasta las paredes de la panadería.

Raulito: ¡Ja! Qué maricas más viciosos. ¿Hasta de los ladrillos se pegaron?

Pancho: Deje la bobada. Se llevaron todo, hasta los afiches antiguos que tenía colgaos. Ni que fueran a montar otra panadería. Al menos así se la rebuscarían decentemente.

Raulito: El panorama está muy grave, Pancho.

Pancho: Y pura pantalla la que se dieron esos policías disque persiguiendo a esa banda, pero no fue mucho lo que hicieron la verdad, como cosa rara. Pánico causaron con los disparos, eso sí. Más de una se infartó de mentiras. Casi se muere doña Miriam. Ahí la vi haciéndose la sufrida y persignándose a la velocidad de la luz. Casi se le cae la mano.

Raulito: [Burlonamente] ¡Ahí fue! Vieja pendeja. Gastando las bendiciones que le quedan pa’l futuro. Le va a tocar abrir crédito en la iglesia para que le adelanten bendiciones de la otra vida. No s’ia que se quede indefensa la pobre.

Pancho: [Soberbio] El cura es un buen hombre, Raulito. Seguro le fía las primeras y después se las cobra con intereses, así sea sacudiendo y barriendo la casa del altísimo.

Raulito: Y bien chaparra que es la viejita pa’cabar de ajustar. Se va a consumir pronto esa alma en pena. Rapidito se le aparece a San Pedro con escoba y trapiadora en mano.

Pancho: [Se hace la imagen y ríe] Jajajaja. Pero ya dejemos el visaje que la cosa es seria. Aunque más visaje el del coronel que habló con don José, diciendo que ya estaba el operativo montado para capturar a los integrantes de la banda. El descara’o este era preguntándole que si tenía algo pa’ comer mientras lo entrevistaba por lo que pasó. No se le caen los pantalones de la vergüenza porque ni tiene y si engorda más ya no habrá lugar para el crimen con esa panzota. Al menos así será útil.

Raulito: Estamos jodidos definitivamente. Seguro ni vieron quiénes eran. [Lentamente, con aire sabiondo]. Y eso que “el poder lo ve todo”, según dice un calvito todo inteligente que aparece en uno de los periódicos con los que estoy durmiendo.

Pancho: [Irónicamente] Pero no vio los panes que se robaron. Eso sí no lo ve. [De nuevo se pone serio, camina mirando hacia abajo y sentencia] Lo esencial es invisible a los ojos del poder, o en todo caso se hace el güevón si se trata de lo esencial para los pobres. Pero yo pa’esas cosas sí tengo ojo. Vea pues le cuento. Don José me despertó esta mañana cuando sacó la lata en la que hornea los panes, esa lata panda de aluminio que pone a secar al sol, recostada contra la pared. Él dice que el calor del sol no puede faltar en su receta. Esas son mañas del viejo pero qué berraco panadero tan bueno. Entonces yo me fui pa’la panadería y lo saludé: “Buenos días don José, ¿cómo le va? Huele lo más de rico. ¿Qué montó hoy?” Y él me contó que había montado pandequesos, panochas y panderos, y que volviera al mediodía que nos iba a regalar un pancito pa’ matar el hambre de la mañana. Entonces yo me iba a devolver pa’ contarte y ahí fue cuando le cayeron al pobre don José. Se le llevaron todo, la platica y hasta el aire, porque quedó pálido y casi que no se compone. Cuando le volvió el alma al cuerpo me mandó pa’cá, que él se encargaba del resto.

Raulito: ¿Con los panes?

Pancho: No le digo que barrieron con todo. Sólo les faltó trapiar.

Raulito: La cosa está dura, Pancho. Le quitan hasta al que no tiene. Y desde ayer que me está doliendo como por aquí [se toca arriba del estómago]. Eso debe ser que tengo vaso en el páncreas.

Pancho: Deje la bobada que eso es la panza. Mejor ponga la panela en el agüita a ver si ahora tomamos algo.

Raulito: [Desairado] No le digo que la cosa está dura. Ni panela queda ya pa’ endulzar la boca. Estamos en la inmunda.

Pancho: La vida bohemia es una vida de resistencia, Raulito.

Raulito: No sé cuánto más pueda resistir, Pancho. No sé cuánto más pueda resistir…

2 comentarios sobre “Pobres

    1. Hola Jonathan, la fuente de inspiración vino de ver yo mismo y durante varios días seguidos a un hombre evidentemente pobre visitar una panadería y a partir de ahí se me ocurrió recrear la historia

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