En la tarde llevabas el olor a musgo húmedo:
era todo el ropaje.
Entonces cosechabas los pájaros en el cielo que sembrabas con el canto,
y estaba preparada en mi mano la flor que restauraría tus labios.
Estaba mi dedo dibujando atardeceres en tu espalda
Estaba mi dedo pulsando en tus muslos las melodías mansas
Era la tarde y yo traía conmigo un poema inconsolable:
era todo el ropaje
desnudos, como vueltos a nacer,
celebramos en silencio que había un ave ardiendo en el ocaso
que había un ave ardiendo en el ocaso
y sus cenizas caerían en nuestras espaldas descubiertas a la noche
como estrellas muertas.
En las manos traías los velos para cubrir mis palabras,
bailaste hasta la última luz.
Entonces en la hierba quedaron anochecidas las plumas de tus pájaros
y en la piel mía el canto como todo ropaje
y ya tus labios restaurados soñaban bajo el influjo de mi aroma.
y en el cielo un rumor de dos nieblas desechas en la cama.
En la tarde llevabas el olor a musgo húmedo: Me guías a tu cuerpo como a una tormenta.