Un cuento chino: una editorial en contra de la censura

Dos mil doscientos años atrás, el emperador Qin Shi Huang cumplía su plan de unificar la China. Con él nació la dinastía Qin, que pronunciada t-shin es la palabra que, según algunos como Ricardo Soca, da origen al nombre de esa República. El emperador, con el fin de callar las diferencias culturales entre las diferentes naciones y pueblos que ocupaban ese vasto territorio, ordenó la quema de todos los libros diferentes a los escritos por él y los suyos y el asesinato de los intelectuales. En treinta días desaparecieron de la faz de la tierra cerca de dos mil años de historia, narrativa, poesía y filosofía china y murieron por lo menos 460 intelectuales, condenados directamente por el emperador y, según algunas fuentes, unos 700 más que aunque no fueron condenados por el régimen perecieron a causa de esta política. Todo esto sin contar los millones de intelectuales que fueron condenados al exilio y al trabajo forzoso en la construcción de la primera parte de la muralla china.

De modo que la historia de la censura no es reciente. Los egipcios borraban los jeroglifos de emperadores anteriores. Romanos, cristianos y musulmanes destruyeron varias veces la biblioteca de Alejandría. Es una práctica de todos los tiempos, por eso es necesario hablar de ella hoy que se veta de manera hipócrita y desvergonzada.

El mes pasado recibimos la noticia, Los Puros Criollos saldrían del aire. Se trataba de un intento descarado de “matar la producción”, esas eran las palabras de Juan Pablo Bieri, el –bien ido– exgerente de la RTVC. Poco hay que decir sobre el audio deleznable en el que quedó demostrado que Bieri no solo sí dio la orden de censurar a Santiago Rivas, sino que además mintió al país en todas las cadenas de noticias. Quizá lo único de lo que no se ha hablado es de la altura moral de Diana Díaz, la exdirectora de Señal Colombia, que se enfrentó a él, indicándole que no podía hacerse lo que pretendía, renunció a su trabajo y luego entregó el audio a los medios para denunciarlo. Bieri ha intentado dejar en el aire la idea de que le quedamos debiendo, por haber movido una grabación ilegal, según él; a esta intentona fétida de Bieri no queda sino responder que, no solo es un derecho, sino una obligación moral, grabar a quien intenta violar la Constitución y los Derechos Humanos para denunciarlo después.

Audio filtrado por la Fundación para la Libertad de Prensa

Ahora nos toca hablar de lo que viene. Pues, aunque Bieri ha renunciado y eso alivia un poco, sigue en pie el resto de la censura solapada. No han renunciado Silvia Constaín, ministra TIC*, ni Iván Mantilla su viceministro. Al contrario, hoy andan promoviendo el Proyecto de Ley de operador convergente o Ley TIC, que es, en realidad, el asunto por el que empezó todo. Entre otros, uno de los mayores micos de este proyecto de ley es el de acabar la Agencia Nacional de Televisión, un órgano independiente y de composición más o menos democrática que se encarga de velar por los derechos de los televidentes y de los artistas que trabajan en el medio. Criticar esa ley e insistir en el peligro que acarrea la desaparición de la ANTV, fue la razón por la que intentaron censurar a Santiago Rivas.

La justicia poética nos permitió ver cómo fue la ANTV el palo en la rueda para que Juan Pablo Bieri no hubiera logrado consumar sus intenciones y no pasar la siguiente temporada de Los Puros Criollos; en el audio se escucha a Diana Díaz decir que no se puede «por normativa de la ANTV”. La ley TIC, hermana siniestra de la Ley de Economía Naranja, es un peligro para la libertad de expresión en Colombia. No contar con un órgano independiente que regule los contenidos que se presentan en televisión y dejarle al Ministerio TIC esa función, es darle al Estado un arma perfecta para la censura y convertir a los medios públicos en canales para la propaganda oficial, emitir contenidos amañados y controlados por el gobierno, sesgando la posibilidad de visiones críticas e independientes que completen el panorama y permitan ver más allá de intereses partidistas. Lo democrático es movilizarnos en contra de esta ley como una forma de oponernos a la censura.

Dos mil doscientos años atrás, el emperador Qin Shi Huang, quemó los libros y mató a los intelectuales. Lo hizo porque tenía miedo. Su imperio solo duró siete años en una época en la que las dinastías duraban novecientos. Nos queda la intuición de que la censura aparece cuando los gobernantes no tienen los argumentos suficientes para mantener su ideología. Quizá esta sea la cara amable de toda esta historia de censuradores a la colombiana: que lo hacen porque están viviendo los últimos días de su dinastía. Soplan otros vientos.

*El Ministerio de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (Ministerio TIC o MinTIC), nació en el 2009, bajo el gobierno de Álvaro Uribe, tras modificar la estructura del anterior Ministerio de Comunicaciones. Su función es la de regular el espectro electromagnético y las tecnologías que dependen de él para su funcionamiento: radio, televisión, internet, telefonía, etc. El proyecto de Ley TIC (o de operador convergente), busca entregarle el control total del espectro al Gobierno Central y su posterior concesión a los operadores privados, en detrimento de los canales públicos y comunitarios.

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